Por: Dr. Mario Luna y Prof. Fabián Nuñez.-La ciencia y la tecnología han generado a nivel mundial las condiciones de producción de la denominada semilla transgénica, y en Argentina, se está tramitando actualmente su viabilidad legal en tanto hay un expediente concreto sustanciándose ante el Estado Nacional. Se evalúa ser el primer país del mundo con trigo transgénico autorizado. El emprendimiento en esta fase está a cargo de un gigante transnacional del ramo (Bioceres), una firma que ha desarrollado una semilla tolerante a la sequía.
En los muestreos de opinión esta iniciativa ha encontrado escarceos y oposiciones, sobre todo del ámbito del campo quienes ven un efecto negativo eventual, en tanto, los mercados internacionales prefieren semillas de otra índole. Tal peligro indica el temor de los productores a perder mercados internacionales en razón de que hay plazas que son muy exigentes como la de Europa, y otras inclinadas hacia los productos naturales.
¿Por qué se indica a Argentina como el primer país que puede llegar a autorizar esta semilla? Porque, aunque resulte llamativo el dato, hasta aquí ningún país ha aprobado la comercialización de semilla de trigo genéticamente modificada teniendo en cuenta que este producto-insumo es uno de los alimentos fundamentales de la dieta occidental. El panorama es complejo. Por el lado positivo se anota que en campañas agrícolas con escasez de lluvias, la tecnología permite aumentar hasta un 20% el volumen cosechado. Por su parte el gobierno es vacilante, se diría que quiere avanzar tibiamente ya que está atajado por la oposición mayoritaria del campo. Los productores alegan que el trigo transgénico podría cerrarles mercados debido al rechazo de los consumidores. Esta última razón ha hecho que desista la multinacional Monsanto de emprender este cambio de paradigma en la producción de semillas, máxime teniendo en cuenta que es un producto que inclusive en pruebas verificadas es resistente al glifosato.
El caso del trigo transgénico es distinto al de la soja transgénica, el cultivo blasón argentino, se destina a forraje animal, pero el trigo es para consumo humano, lo que provoca desconfianza entre los consumidores. En igual sentido se argumenta que el pan, las pastas, pizzas, galletas y bollería, entre muchos otros productos, están elaborados a partir de harina de este cereal. Dado el mal perfil de los transgénicos, llevarlos a un alimento tan común ha sido hasta ahora un freno al impulso por legalizarlo.
Las entidades del sector exponen de un modo claro estas vicisitudes: "Argentina no tiene capacidad para mantener dos circuitos segregados de comercialización de trigo, uno transgénico y el otro no. Siempre queda trigo en las máquinas que cosechan, en los silos que almacenan, en los camiones. El sistema no está preparado para garantizar la no contaminación. Si mandamos un buque a Brasil y al hacer un análisis detectan el 0,004% de trigo transgénico rechazan el buque entero".
Entones, no hay que pagar las consecuencias que traen aparejado este aspecto problemático que consiste en que el sistema transgénico al no ser natural, afecta la consistencia de los suelos haciéndoles permeables a una desertización que de seguro se potenciará. Por ahora se pone más énfasis opositor basado en lo negativo por el factor comercial en razón del rechazo del consumo mundial, pero, también está el problema de la pérdida de biodiversidad que genera el uso intensivo de estos productos según experimentaciones de laboratorio.
Fuente: DIARIO DE CUYO