Biotecnología hecha en Bolivia, un reto gigante

AGRÍCOLA
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Desde hace 27 años, Brasil y Argentina, aplican biotecnología en la producción de algodón, maíz amarillo, soya y otros. Esto los ha convertido en grandes productores y proveedores mundiales de alimentos. Sin embargo, en Bolivia estamos atrasados. En 2005 se aprobó el uso de la variedad de soya transgénica resistente a glifosato (Soya RR), pero de ahí no hubo avances.​

Durante las dos últimas décadas, los productores bolivianos piden utilizar semillas resistentes a la sequía o las plagas que incrementen la oferta de alimentos, pero desde el Gobierno la respuesta siempre fue un rotundo No.

Incluso, durante el Gobierno de Jeanine Áñez, se liberó el uso de la biotecnología y las exportaciones agrícolas, cuando se había perdido de vender $us 4.000 millones en una década. Lamentablemente, cuando Bolivia tenía la oportunidad de producir más y conquistar mercados internacionales, retornó el Movimiento Al Socialismo (MAS) para abrogar todo lo que su antecesora había promulgado.

¿Es posible que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, sigla en inglés) de EEUU permita que su población consuma transgénicos aunque fueran peligrosos para su salud? No es creíble que un Gobierno enferme a su población por el costo social y económico que representa, pero en Bolivia el tema se ha manejado más por complacer a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), los sectores sociales y las plataformas.

Además, hay una contradicción cuando no se permite el uso de más variedades transgénicas en Bolivia, pero “se mira al costado” cuando el mismo Estado importa harina desde Argentina, elaborada con trigo transgénico.

El anuncio del presidente Luis Arce de desarrollar una biotecnología propia para garantizar la seguridad alimentaria en Bolivia es una buena señal y un paso importante en la dirección correcta. Tiene el potencial de aumentar la productividad agrícola, reducir el uso de agroquímicos, mejorar la calidad de los alimentos y aumentar las exportaciones.

Sin embargo, el reto es considerable. La biotecnología es una ciencia compleja que requiere de una gran inversión en investigación y desarrollo, estimada en $us 100 a 200 millones.

Y hasta la fecha la investigación agrícola carece de apoyo económico del Estado. Y los avances logrados siempre contaron con el financiamiento internacional. Recordemos los programas maíz y arroz, financiados por el Gobierno Británico y EEUU.

El gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior y férreo defensor de la biotecnología, Gary Rodríguez, ha advertido que el desarrollo de una biotecnología propia es un reto complejo que lleva mucho tiempo.

La biotecnología puede aumentar la productividad agrícola mediante la introducción de genes que confieren resistencia a las plagas y enfermedades, tolerancia a la sequía y al estrés hídrico, y mayor rendimiento. Por ejemplo, pueden reducir la necesidad de insecticidas, lo que ahorra dinero a los agricultores y protege el medioambiente.

Además, puede mejorar la calidad de los alimentos mediante la introducción de genes que confieren mayor contenido nutricional, mejor sabor y textura, y mayor resistencia a la descomposición, como sucede en Corea del Sur. Por ejemplo, los cultivos transgénicos con mayor contenido de nutrientes pueden ayudar a reducir la malnutrición en todo el mundo.

El Gobierno debe ser consciente que el desarrollo de una biotecnología propia en Bolivia tiene el potencial de transformar la agricultura del país,  garantizar la seguridad alimentaria para las generaciones futuras y generar mayores ingresos en divisas vía la exportación.

Entonces, esperemos que este gran paso no sea solo un discurso al calor de los aplausos.